En esa época vos te levantabas tempranísimo y te metías en la ducha medio dormida para salir medio despierta, entonces yo abría un ojo para ver si podía mirarte desnuda y los dos si era que sí. Vivíamos en una casa chiquita y linda en la que entraba mucha luz por todas sus ventanas (dos ventanas), y vos tan blanca buscabas en la cocina los ingredientes necesarios y suficientes para inventar una ensalada de desayuno, siempre para dos. Después hacíamos dibujitos de animales que nos salían horribles, pero con unas sonrisas grandes y bien pintadas de color rojo: elefantes y osos pandas y conejos con las orejas larguísimas. Vos cantabas lindo mientras derretías azúcar de color azul en una olla y rosa en otra, y yo tocaba un poco la guitarra. Y el amor. Mucho amor, hasta que llegaba la hora en que los niños salen de clases y había que subirse en la bicicleta para ir a vender algodón de azúcar en la plaza, frente a la escuela.
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